Pasar al contenido principal

Cátedra dictada por la Dra. Ruby Aracely Burguete Cal y Mayor, en el acto protocolario de su investidura de Doctorado Honoris Causa por la UNACH

Actividades

Cátedra dictada por la Dra. Ruby Aracely Burguete Cal y Mayor, en el acto protocolario de su investidura de Doctorado Honoris Causa por la UNACH

En el marco de las celebraciones por los 50 años de la Universidad autónoma de Chiapas, el pasado jueves 19 de septiembre del 2024 se otorgó el Doctorado Honoris Causa a la Dra. Ruby Araceli Burguete Cal y Mayor. En este evento las personas asistentes pudimos gozar de una cátedra dictada por esta destacada académica, la cual te compartimos y te invitamos a leerla.

Detalles de la actividad


Fecha

Hora

Categorías de la actividad

Buenas tardes, saludo al presídium

Al Dr. Carlos Faustino Natarén Nandayapa, Rector de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH)

A la Licenciada Cecilia Flores Pérez, Secretaria General de Gobierno, del Estado de Chiapas.

Al Dr. Alejandro Francisco Herrán Aguirre, Presidente en Turno de la Junta de Gobierno.

Al Mtro. Carlos Velázquez Sanabria, Presidente de la Comisión de la Comisión de Honor y Justicia del Consejo Universitario.

A la Dra. María Eugenia Culebro Mandujano, Secretaria General. 

A la Maestra Blanca Flor Esquinca Castillejos, Presidenta en Turno del Comité Permanente de Finanzas.

 

Quiero agradecer a la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), al Consejo Universitario, y en particular al Dr. Carlos Faustino Natarén Nandayapa, Rector de la Universidad, por su generosidad para otorgarme el grado de Doctor Honoris Causa por esta honorable Universidad, que me enaltece enormemente.

 

También quiero agradecer a todas las personas aquí presentes, a mi familia; al personal académico de la UNACH; a mis colegas del CIESAS y otros centros de investigación como el CESMECA; a mis amigas y amigos; gente querida, que agradezco hayan venido a acompañarme a la ceremonia de investidura.

 

I.- Sobre mi trayectoria

Gracias al Dr. Carlos Velázquez Sanabria por la lectura de mi semblanza, que ofrece pinceladas de algunos momentos de mi trayectoria de vida.

 

La trayectoria es una herramienta, una técnica de investigación del método biográfico antropológico. Se centra en el estudio de la manera en que los sujetos construyen, recrean y reflejan el mundo social en el que se sitúan y les rodea. Considera al sujeto en su singularidad histórica y existencial, con el objetivo de conocerlo en su persona y el contexto. El método biográfico se basa en la integración de los relatos de vida de un sujeto, así como del acopio, sistematización y análisis de la información y documentos disponibles sobre su vida. El método biográfico, es también un recurso para la lucha social, al dar cuenta de trayectorias militantes, ya que desde un relato de historia de vida se puede conocer la situación social y estructural de una sociedad, en un lugar y tiempo determinado (Pujadas, 2000)[1].

 

El caso mas emblemático sobre estas bondades del método, es el libro biográfico Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, que hace un relato de la vida de la líder Maya Quiché integrante del Comité de Unidad Campesina (CUC).  El texto fue elaborado en colaboración con la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, cuando Rigoberta tenía apenas 23 años.

 

Esta obra surge de una situación de lucha, y es testimonio vivo de su vida personal, y de las violencias sufridas por ella y su familia. Su madre y su hermano mayor fueron torturados y asesinados por los militares, su padre fue quemado vivo durante una protesta; acciones enmarcadas en una guerra de exterminio contra la población indígena maya.

 

El libro fue publicado por primera vez en 1982, en Cuba, en donde ganó el Premio Casa de Las Américas en la categoría testimonio. Llegó a ser el texto narrativo más difundido y más discutido de la literatura latinoamericana de finales del siglo XX, y forma parte del canon de la literatura latinoamericana. Gracias a esta publicación se conoció en todo el mundo las masacres y el genocidio a manos del régimen militar guatemalteco (Beverley, 2012)[2].

 

Así, confiando en las bondades del método biográfico y asumiéndome en mi particularidad y en mi contexto, confirmo que yo soy yo, por los múltiples segmentos que fueron tejiendo mi trayectoria.

 

Y, sobre ello me referiré ahora.

 

Fui una niña feliz, arropada por mi abuelita Carmen, por mi madre biológica, Victoria, y mis otras dos madres, mis tías Beatriz y María Angélica. Crecí bajo el cuidado de mi abuelita. Ella era generosa, pero estricta. Era una mujer de origen zoque de Cintalapa. Mi abuela tenía un hermoso jardín que cuidaba con esmero. Cada tercer día recorría el vecindario para vender sus flores, además de totopo que producía en el horno familiar. Siendo pequeña, aprendí el oficio con ella.

 

La coyuntura del cardenismo y de los primeros logros de la Revolución Mexicana, abrieron caminos a la emancipación de las mujeres. Mis tres madres fueron profesoras de la primera generación del magisterio rural, y se fueron a trabajar a las comunidades de la costa chiapaneca, regresando los fines de semana.

 

En la casa familiar hubo siempre una pequeña biblioteca. La educación socialista cardenista en la que se habían formado, había producido en ellas una acelerada politización, esta se expresaba en el comedor, que era el momento de acaloradas discusiones.

 

Mi abuelo Ramón alimentaba la conversación. Había participado como soldado de la Revolución, en las filas del general zapatista Rafael Cal y Mayor, en Cintalapa, en los territorios zoques de los Chimalapas, su lugar de origen. De su lealtad al general, mi abuelo adoptó su apellido, es por ello que mis madres y yo, nos apellidamos Cal y Mayor. Haber vivido los episodios de la revolución en carne propia, radicalizaba los debates familiares.

 

Con frecuencia, mis madres leían el periódico Excelsior o El Universal, los cuales, aunque llegaban con un día de desfase, les actualizaba sobre las luchas populares que se desplegaban en la ciudad de México.

 

En esa mesa del comedor, en la atmósfera del humo del fogón, escuché por primera vez los nombres de Demetrio Vallejo y Valentín Campa, y las causas del movimiento ferrocarrilero. Así, en 1968, supe de las luchas estudiantiles.

 

Para entonces, mi tía Beatriz ya vivía en la ciudad de México. Y yo, en ese mismo año, concluía la educación secundaria. En Arriaga no había una escuela para estudiar la preparatoria. Mis madres decidieron entonces que lo mejor era que yo me fuera a la ciudad de México a cursarla. En una madrugada del mes de julio de 1968, abordé el tren que tenía en Arriaga una estación. Allí comencé un nuevo viaje de mi travesía de vida.

 

Al llegar a la ciudad capital, me hospedé en casa de mi tía Beatriz, que, por circunstancias de la vida, vivía a cuatro cuadras del zócalo. Era una vecindad en una vieja casona que albergaba a una comunidad de chiapanecos. Desde los balcones del edificio vi pasar las marchas estudiantiles sobre la calle 5 de febrero, que se dirigían al zócalo de la ciudad. Después de superar el miedo de los primeros días, pronto me sumé a la columna, y aprendí las consignas estudiantiles. En particular me seducían los discursos apasionados y contundentes de la joven dirigente Roberta Martinez, “La Tita”, quien entonces estudiaba en la Facultad de Derecho en la UNAM.

 

Allí conocí y escuché también, al sociólogo Pablo González Casanova, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, que solía ir al frente de las marchas. Así decidí estudiar sociología, así me nació la conciencia. La Universidad es liberadora.

 

II.- La historia de bronce: racismo, clasismo, discriminación y misoginia

 

Recibir la investidura como Doctor Honoris Causa, este acontecimiento que me honra, en una fecha como hoy, 19 de septiembre de 2024, se produce en un contexto de celebraciones de las fiestas de independencia de Chiapas y de México. Han sido días de arengas y ponderación de figuras de la historia nacional.

 

Narrativas centradas en héroes, y no en pueblos. A esta interpretación nacionalista, el historiador Daniel Cosío Villegas le llamó “historia de bronce”, para referirse a una interpretación de la historia que enfatiza aspectos patrióticos y heroicos, con héroes de bronce, omitiendo que las revoluciones son sobre todo, procesos sociales, en donde los principales protagonistas están en los terrenos de las luchas, en los frentes de guerra (Cosío,1984)[3].

 

Y que, para el caso de las luchas de Independencia, cuando esta irrumpe en los albores del Siglo XIX, México era aún una sociedad que mantenía una estructura de castas, cuya mayoría demográfica era principalmente indígena. No obstante ello, al darse la consumación de la independencia, el poder del nuevo Estado independiente quedó en manos de los criollos, como bien lo retrata Severo Martínez Peláez Martínez, en su clásico libro “La Patria del Criollo”, al referirse al proceso independentista en Guatemala[4].

 

La historia de bronce ha sido doblemente discriminatoria, ya que al mismo tiempo se ha escrito en clave masculina, invisibilizando la relevancia de las mujeres en esos acontecimientos. Y es hasta recientemente, gracias a las historiadoras feministas, que comienza a escribirse una nueva historia nacional, que incorpora a las mujeres como protagonistas, con el propósito de despatriarcalizar el concepto de Estado y sus narrativas.

 

Al mismo tiempo que nuevos enfoques decoloniales recuperan el protagonismo de los pueblos originarios y de la población de la diáspora negra, que se ha propuesto hacerlos visibles, con el propósito de descolonizar la historia.

 

Es por eso que hoy, en este día tan relevante en mi vida, quiero honrar la memoria del protagonismo histórico de esos pueblos y esas mujeres olvidadas.

 

III- Reconocer la relevancia histórica de María Candelaria, como precursora de la Independencia de Chiapas

 

Comienzo reconociendo y ponderando el liderazgo de María Candelaria, una joven mujer tseltal del pueblo de Cancuc, que comandó un ejercito rebelde que luchó en contra del yugo español, en una época temprana, apenas comenzando el siglo XVIII.

 

La rebelión que comandó María Candelaria es un episodio al que los historiadores le han llamado “la rebelión zendal”, que comprendió una amplia región, de los municipios del altiplano, hasta el norte y selva, del estado. El historiador Juan Pedro Viqueira ha documentado ampliamente esa lucha por la independencia y descolonización del pueblo tseltal, que progresivamente sumó a tsotsiles y choles en esa gesta libertaria.

 

Refiere que a mediados de junio de 1712, una jovencita de 13 años, de nombre María López, comunicó a las justicias y al común del pueblo de Cancuc, que en un paraje cercano a la casa de su padre, se le había aparecido una virgen blanca, una mujer que le hablaba y afirmaba que quería ayudarlos y liberarlos del rey; por que le solicitaba se le construyera una ermita. Su padre, que era el sacristán del pueblo apoyó la petición (Viqueira, 2002)[5].

 

La población de Cancuc hizo suya la propuesta, la ermita se construyó. La joven mujer se puso al frente de un nuevo culto que se gestaba, encarnando a la virgen María, adoptando el nombre de María Candelaria, sacralizando su figura. Y comenzó a liderar una inconformidad que se expandió con sorpresivo éxito, gestándose una insurrección. El 8 de agosto de 1712, ante una multitud concentrada en la ermita de Cancuc María Candelaria dio la señal de inicio de la rebelión contra el dominio español (Viqueira, 1997)[6]. A los pueblos de la región llegaron, entonces, despachos escritos por los rebeldes, firmados “por orden de la Gran Señora Santa María del Rosario”, comunicando la buena nueva de:

(...) ya era cumplido el termino y profesía de sacudir el yugo y restaurar sus tierras y libertad”, ya que “era voluntad de dios, que la virgen hubiese venido por sus hijos, para liberarles del cautiverio de los españoles y ministros de la iglesia, y que los ángeles vendrían a sembrar y cuidar sus milpas, y que por señas que habían tenido en el sol y la luna, había muerto ya el rey de España, y era fuerza nombrar otro”. Y de que "El rey que los había de gobernar, sería de su elección de ellos y serían libres de trabajos que padecían, y de pagar tributos...”. (Viqueira, 2002:3)

 

Marco Vinicio (2021)[7] quien escribió un ensayo intitulado La rebelión de los “soldados de la Virgen”, menciona que más de treinta pueblos se alzaron en contra de la dominación española. Cita un fragmento del libro de Martínez  Peláez:

(...) la rebelión de los zendales: «fue el más violento, el de más duración el único que tuvo las características de una verdadera sublevación o rebelión de indios en el período colonial centroamericano». En el alzamiento participaron gran número de comunidades zendales, choles y tzotziles (Martínez Peláez, 1985: 165).

 

Plagas, hambrunas, repartimientos, explotación, maltrato, desprecio; todos estos fueron insumos que condujeron al ya basta! del siglo XVIII.

 

Los zendales se sublevaron bajo el amparo de la gran ilusión que advendrían tiempos nuevos, «tiempos sin rey» (González, 2008)[8]. Durante ese período, los «soldados de la Virgen» se propusieron desarrollar una jerarquía política y religiosa independiente, creando para ello figuras de gobiernos paralelos, desconociendo a las autoridades coloniales.

 

La pretensión de los insurrectos era recobrar su soberanía, para retornar a sus antiguos modos de gobierno. Y nombraron su propio rey, Juan López, de Bachajón. Quien estuvo al frente de la insurrección combatiendo a los españoles, a quién se le atribuían poderes sobrenaturales que hacían posible constantes derrotas de los ejércitos del rey (Pitarch, 1994)[9].

 

La expansión de la revuelta llegó hasta Ciudad Real, caminando sobre las redes comerciales y religiosas. Algunos arrieros de Cuxtitali fueron los primeros en sumarse, creciendo el movimiento a parajes de Los Altos. El discurso legitimador de la rebelión señalaba al gobierno español que residía en Ciudad Real, la actual San Cristóbal de Las Casas, capital de la Intendencia de Chiapas, como los responsables de la opresión; por lo que se temía una invasión a esa ciudad.

 

Los soldados y estandartes de la virgen india de Cancuc, llegaron hasta la capital coleta, lo que alertó a su población, que se refugió en su fe para combatir a los indígenas rebeldes. Para ello buscaron la protección de la Virgen de la Caridad, que fue trasladada de su parroquia a La Catedral para mejor veneración, ya que se le declaró “Generala” para comandar al ejército español en contra de los soldados de la Virgen de Cancuc.

 

El reconocido y recordado historiador Jan de Vos, escribió un libro sobre este episodio histórico, de lo que en ese tiempo se leyó como un enfrentamiento entre las dos vírgenes. El autor destaca la dimensión simbólica del conflicto. Las élites de Ciudad Real se refugiaron en la Virgen de La Caridad como una defensa para enfrentar a los rebeldes.

 

En su libro La guerra de las dos vírgenes. La rebelion de los Zendales (Chiapas, 1712) documentada, recordada, recreada (2011)[10] relata que ambos bandos recurrían a sus respectivas "Patronas" (santas tutelares) para explicar los avatares de la guerra. Refiere, que así como los sublevados luchaban en nombre de la virgen de Cancuc, los de Ciudad Real lo hacían en nombre de la Virgen de La Caridad; cada contingente iba a la guerra acompañado de su "Generala". La virgen caminó en procesión desde su parroquia hasta La Catedral de la ciudad, realizándole misas y otras celebraciones (De Vos, 2011:228).

 

La magnitud de la revuelta, movilizó a un numeroso ejército que se integró por fuerzas militares que llegaron desde Tabasco y Guatemala. Tres mil hombres armados volcaron su furia contra los habitantes de Cancuc, matando a los principales líderes del movimiento, quemando la ermita y otros edificios religiosos católicos. Que todavía hoy, una iglesia en ruinas es testigo fiel de la saña de la destrucción, que ocurrió hace ya más de trescientos años.

 

En noviembre de 1712 las tropas del rey, ejercieron un fuerte asedio a la población, mandando al exilio a todos sus habitantes, cuyo retorno a su pueblo les fue prohibido. Por lo que se produjo una diáspora. La rebelión tuvo una duración de aproximadamente seis meses. Finalmente, al inicio de la primavera de 1713, la provincia de Chiapas estaba pacificada. La población rebelde fue reducida a sus pueblos, quienes fueron sometidos a una mayor vigilancia, aumentándoseles los tributos.

 

El desempeño de la Virgen de la Caridad en el episodio de 1712, se convirtió en leyenda; su intervención fue considerada un milagro. Un pasquín que circula en la red de Internet hace referencia a ello. Se dice que en reconocimiento a los milagros realizados en el campo de batalla, la Virgen de La Caridad fue nombrada como “Generala del Ejército de los Ladinos y le dieron espada, banda cruzada en el pecho y sombrero bicornio galoneado”, en pago por el milagro de derrotar a los soldados de la Virgen María Candelaria.

 

Imagen de WhatsApp 2024-09-21 a las 15.26.30_76d87a9f

Pero, el virus de la insurrección no se apagó. Los sentimientos de indignación y esperanza y las promesas de libertad se habían expandido hasta las praderas de Tabasco. La amenaza de un nuevo levantamiento permanecía incluso una década después. En su obra, una antología, el historiador J. De Vos, compila documentos de la época. Se leen informes del Alcalde Mayor de Chiapas. El que envió con fecha junio-julio de 1727 informaba a la Audiencia de Guatemala sobre la persistencia de la amenaza de la rebeldía y alertaba sobre una posible sublevación “proyectada por indios de Tabasco y Chiapa”.

 

De acuerdo a la versión del Alcalde Mayor, un informante le notificó sobre  concentraciones clandestinas, reuniones en el campo “con el pretexto de cortar guano”; pero que en realidad eran conspiraciones, ya que persistían en su aspiración rebelde. A quince años del alzamiento, el Alcalde Mayor escribe a su superior:

(...) después que pasó el alzamiento de Los Zendales se halló en su pueblo escrito en nombre de Tecomasiaca y el de Ixtapangajoya y algunos nombres de indios; desde entonces, dijeron: no importa, nos volveremos a juntar y haremos alzamiento; pero no se sabe para cuándo era esta convocatoria (...) (De Vos, 2011:231)

 

Después de la derrota, Cancuc, como epicentro ideológico de la rebelión, fue duramente castigado. Su población fue criminalizada, perseguida por el gobierno criollo-mestizo instaurado después de 1824, y no se le permitió reconstituirse. Todavía hasta el Siglo XX, el pueblo de Cancuc continúo sufriendo las consecuencias de su rebeldía. No tuvo un gobierno propio, sino hasta 1988, que le fue restituido por un proceso de remunicipalización.

 

Pero, la brecha de la diáspora no ha podido ser subnada. San Juan Cancuc es hoy, hasta nuestros días, el municipio más pobre de la entidad. De acuerdo con datos del CONEVAL, el 99.3% de su población vive en situación de pobreza.

 

En el libro, Los indígenas en la Independencia y en la Revolución Mexicana, coordinado por Miguel León-Portilla y Alicia Mayer (2010)[11], se publica un capitulo escrito por el etnologo José Manuel del Val, también recordado y extrañado. En su texto critica a la historiografia nacional, afirma “las historias nacionales ocultan el papel y lugar de los pueblos originarios”. Al negárseles derechos, protagonismo y pertenencia a la nación, el país rechaza aceptar su verdadera configuración plurinacional, que debería instituirse en su conformación. Esta negativa ha servido, en su entender, “como coartada perfecta para naturalizar el despojo abusivo y sistemático de los pueblos originarios de México”.

 

Por otro lado, Fernando Serrano, en su libro 150 años de las Leyes de Reforma 1859-2009, publicado por la UNAM en el año 2009, deja sentada desde la primera línea, la consigna “Memoria es identidad”. Y, en efecto así es. La supremacía étnica de la población criolla-mestiza en la narrativa nacionalista mexicano-chiapaneca, se renovó después del episodio de la Revolución del siglo XX, a través de proyectos integracionistas, como la propuesta de Manuel Gamio, en su libro Forjando Patria, que se convirtió en el ideario indigenista.

 

Racismo, clasismo, misoginia y discriminación, son ingredientes con los que se han amasado las ideologías nacionalistas (Del Val,2004)[12]. La rebelión de Cancuc y el protagonismo de María Candelaria, no están presentes en la conciencia de la identidad chiapaneca. No están registrados en los programas escolares, y no se les reconoce como los próceres de la independencia en este estado, no son invocados en las arengas nacionalistas de las fiestas patrias, y a María Candelaria no se le reconoce como precursora de la independencia de Chiapas.

 

Así como Cancuc, en Chiapas y México, fueron numerosos los pueblos que desde abajo, desde las comunidades, desde el pequeño rancho, ranchería y poblado, fueron incendiando la pradera de la rebeldía; que finalmente conduciría a la independencia, que en el mes de septiembre se celebra.

 

Desafortunadamente, como bien sabemos, la narrativa oficial, la de la “historia de bronce”, no los hace parte de sus símbolos, y esos, como Cancuc, permanecen como “gente sin historia”; según reza el título del clásico libro del historiador marxista Eric  Wolf (1993)[13].

 

IV. Despatriarcalizar al Estado y a la academia

 

Además de negar el protagonismo de los pueblos originarios y de los pueblos de la diáspora africana, la historia de bronce, colonial y racista, también ha negado e invisibilizado a las mujeres, ignorando por completo la perspectiva de género.

 

La mitad de la población que hemos sido siempre las mujeres, no pudimos haber estado ausentes de los principales acontecimientos nacionales; allí estábamos, pero no nos vieron; mucho menos nos nombraron, y tampoco nos tomaron en serio, como sujetos políticos específicos. En ocasiones quedamos registradas en notas de eventos sociales, subordinadas a un apellido masculino.

 

Es hasta recientemente que comienza a escribirse una nueva historia nacional que incorpora a las mujeres como protagonistas. En esta tarea han contribuido las historiadoras feministas; las activistas; las políticas; las periodistas y escritoras, que han asumido la tarea de reescribir la historia, hacer visible a las mujeres en distintos ámbitos de lo público, a donde las mujeres han logrado trascender, nombrándolas, conociéndolas y reconociéndolas. Fisurando grietas, rompiendo los límites y los techos de cristal; superando estereotipos que las habían colocado regularmente en espacios “naturales” a su género: lo doméstico y privado.

 

Conocer y reconocer a las mujeres protagonistas en las luchas por la independencia de México, es una deuda política en el país. Cuando el 30 de noviembre de 2018, el recientemente electo presidente Andrés Manuel López Obrador presentó el logotipo de su gobierno, la imagen recogió el legado de   cinco personajes históricos del país; todos ellos masculinos: Benito Juárez, Francisco I. Madero, Lázaro Cárdenas, José María Morelos y Pavón, y Miguel Hidalgo y Costilla. De inmediato y al unísono, desde el feminismo se cuestionó esas representaciones; por lo que se demandó subsanar la omisión.

 

El vocero del presidente salió a dar una explicación y dijo en conferencia de prensa que “los personajes en el logo se eligieron por ser los más conocidos por los mexicanos” Y añadió: “los símbolos no tienen género”[14].

 

Meses después, en marzo de 2019, el gobierno federal intentó rectificar, anunciando un nuevo logotipo. Este recuperaba el mismo diseño que la imagen oficial, pero en esta ocasión los cinco personajes eran figuras femeninas: Sor Juana Inés de la Cruz; Josefa Ortiz de Domínguez; Leona Vicario; Carmen Serdán y Elvia Carrillo Puerto. Pero, se aclaró, que este logotipo sería temporal, únicamente por el mes de marzo (Miranda, 2019)[15].

 

Con este ejemplo, aparentemente trivial, a través “del género” del logotipo institucional y de las resistencias por incorporar a las mujeres en la institucionalidad del Estado, queda claro que el mensaje enviado a la sociedad, era la supremacía de los hombres como los creadores de la patria y de la nación, refrendando el concepto de la historia de bronce. El nuevo logotipo del mes de marzo de 2019, con duración de un mes, fue una medida cósmetica, estereotipada; una respuesta instrumental que no modificaba el concepto de Estado patriarcal y su organización de poder. Como bien señala Daisy Meza “¨(...) el Estado patriarcal es una construcción sociohistórica y cultural pensada desde la masculinidad en el marco de las relaciones de poder y dominación.” (2013:1)[16].

 

Hoy, las mujeres hemos obtenido una significativa victoria al haber logrado la gran conquista que en las pasadas elecciones México haya elegido a una mujer presidenta. Con la Dra. Claudia Sheinbaum las mujeres ganamos, lo que abre una oportunidad para avanzar en la agenda de las mujeres. Son muchos los pendientes en materia de género, en donde el tema de los cuidados y la no violencia, se reclaman como urgentes. Pero, lo es también trabajar en la refundación del concepto de Estado, que requiere su urgente despatriarcalización y descolonización.

 

La no visibilidad del protagonismo de las mujeres, menos aún de las mujeres indígenas, en las luchas independentistas, también es un problema teórico y de diseño de los programas de docencia e investigación de las universidades, en donde se carecen de programas que reflexionen sobre la agencia de las mujeres en la Historia, en los procesos sociales y en el cambio democrático.

 

Uno de los retos es desplegar esfuerzos para reconceptualizar la historia, que reconozca a la mujer como sujeto político específico en las narrativas nacionalistas. En esa dirección ya hay algunos avances. Por lo pronto en las consignas políticas ha ido ganando carta de ciudadanía la arenga que invoca a las ancestras rebeldes como “las mujeres que nos dieron matria”.

 

En este sentido, historiadoras feministas trabajan en categorizar el concepto de “matria”. Recientemente, Blanca Rivera publicó un libro coordinado, que se llama Inventoras de la MATRIA. Sobre las huellas visibles e invisibles de las mujeres en la independencia de México (2023)[17], cuyo valioso esfuerzo es recuperar trayectorias, historias de vida de mujeres protagonistas que habían sido invisibilizadas por la historia de bronce.

 

La publicación es un esfuerzo colectivo por aproximarse con rigor científico a la temática. Son los primeros aportes para el necesario trabajo de deconstruir el concepto de patria, y su vínculo semántico con el patriarcado. Se trata de repensar las luchas de independencia, incorporando a las mujeres que nos dieron matria y libertad. En este mismo orden teórico, la vida e historia de María Candelaria y su contribución a la descolonización en este estado y país, continúa siendo una deuda de reconocimiento pendiente.

 

En conclusión, nos toca, desde las universidades y centros de investigación; desde el gobierno y la sociedad, deconstruir el concepto de patria-patriarcado; hacer otra historia desde adentro; con nuevas miradas descolonizadoras y despatriarcalizadoras. Con esta invitación concluyo.

 

A todas y todos ustedes, amigas y amigos, gente querida, gracias por estar aquí.

 

Buenas tardes.

 

[1] Pujadas, J. (2000). El método biográfico y los géneros de la memoria. Revista de Antropología Social, Núm. 9, pp. 127-158. Universidad Complutense de Madrid, España.

[2] Beverleyl, J. (2012). Subalternidad y testimonio. En diálogo con “Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia” de Elizabeth Burgos (con Rigoberta Menchú). Nueva Sociedad 238, marzo abril. Obtenido de: https://nuso.org/autor/john-beverley/

[3] Cosío, D. (1984). Historia moderna de México: la República restaurada. Hermes.

[4] Martínez, S. (1979). La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca. Educa, San José.

[5] Viqueira, J.P. (2002). ¿Qué había detrás del petate de la ermita de Cancuc?. En Juan Pedro Viqueira, Encrucijadas chiapanecas. Economía, religión e identidades. El Colegio de México, pp 201-258. Obtenido de:

https://juanpedroviqueira.colmex.mx/wp-content/uploads/2023/03/que-habia-detras-del-petate.pdf

[6] Viqueira, J. P. (1997) Dos ensayos históricos sobre la Rebelión India de Cancuc, Chiapas, acaecida en el año de 1712. CIESAS.

[7] Vinicio, M. (2021). La rebelión de “los soldados de la Virgen”. Gazeta, de la A a la Z. Obtenido de: https://gazeta.gt/52457/#:~:text=A%20principios%20de%20agosto%20de,de%20los%20Altos%20de%20Chiapas.

[8] González, J. (2013). “Ya no hay tributo, ni rey”. De Profetas y mesías en la insurrección de 1712 en la provincia de Chiapas. Secretaría de Pueblos y Culturas Indígenas.

[9] Pitarch R.. (1994) Una versión tzeltal de la rebelión indígena de 1712, y sus razones. Anuario IEI. , IV, pp. 151-173. Universidad Autónoma de Chiapas.

[10] De Vos, J. (2011 ). La rebelión de los Zendales (Chiapas, 1712) documentada, recordada, recreada. CIESAS, UNAM, UNICACH.

[11] León-Portilla, M. y Mayer, A. (2010). Los indígenas en la Independencia y en la Revolución Mexicana. UNAM.

[12] Del Val, J. (2004). México. Identidad y nación. UNAM.

[13] Wolf, E. (1993). Europa y la gente sin historia. FCE.

[14] Redacción. (30 de noviembre de 2018). ¿Por qué el nuevo logo del Gobierno no incluye mujeres? El Financiero. Obtenido de: https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/por-que-el-nuevo-logo-del-gobierno-de-mexico-no-incluye-mujeres/

[15] Miranda, K. (03 de marzo de 2019). Gobierno de AMLO incluye a mujeres en el logo institucional. Debate. Obtenido de: https://www.debate.com.mx/politica/Gobierno-de-AMLO-incluye-a-mujeres-en-logo-institucional-20190307-0081.html

[16] Meza, D. (2013). Origen del estado. Haciendo bitácora sobre el estado patriarcal y su institucionalidad: ¿corolario de la modernidad?. Comunidad y Salud, 11(1), pp. 79-81. Obtenido de:https://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1690-32932013000100010

[17] Rivera, B. (Coordinadora) (2023). Inventoras de la MATRIA. Sobre las huellas visibles e invisibles de las mujeres en la independencia de México. Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México; Instituto Nacional de las Mujeres.


Galería

Honoris Causa Dra. Rubi Aracely Burguete Cal y Mayor